La vida de todo ser humano, ya sea un niño, un joven o un adulto, se encuentra llena de cualquier cantidad de problemas y momentos difíciles que enfrentar. Todos y cada uno de ellos suponen complicaciones, de diversos tipos, que usualmente enfrentamos solos, o, en el mejor de los casos, con la ayuda de quienes nos rodean en nuestra vida diaria. Sin embargo y afortunadamente, cada vez son más las personas que llegan a un punto tal en sus vidas, en el cual se abren a la posibilidad de que, quizá, para resolver el problema que tienen enfrente, sea necesaria la ayuda de alguien diferente a aquellos familiares, amigos y conocidos, a los cuales nos solemos acercar en busca de un consejo.
Es así como, en ocasiones, surge la inquietud de buscar la ayuda especializada de algún profesional, ya sea un psicólogo o un psicoterapeuta, que pueda ayudarnos a comprender lo que nos sucede y que nos acompañe en la búsqueda de una posible solución.
Ahora bien, una vez que empezamos a considerar la necesidad de una ayuda, surgen nuevas inquietudes y resistencias que nos hacen más difícil el ponernos en movimiento para buscarla. Estas nuevas dificultades suelen presentarse, ante nosotros, bajo la forma de diversos mitos y prejuicios sobre lo que implica acudir con el psicólogo o psicoterapeuta.
A continuación se ofrece un cuestionamiento de algunos de estos mitos, resaltando su carácter de prejuicio, y mostrando como suelen funcionar como refugios en los cuales se instalan cómodamente nuestros miedos, limitándonos para un vivir diferente:
“Ir al psicólogo, o a psicoterapia, es para los locos” ¿Cuántas veces no se escuchan este tipo de frases? Usualmente en voz de personas que no tienen idea sobre lo que es un psicólogo, un psicoterapeuta, o un servicio de salud mental. Esta idea tan común sobre “el loquero” ha sido transmitida de generación en generación y se encuentra arraigada en la sociedad de nuestro país. Sin embargo, cada vez son más las personas que, con valor, se han atrevido a cuestionar estas ideas, descubriendo que cualquier ser humano, en su vida diaria, tiene que lidiar con diversos tipos de problemas, como los emocionales, de pareja, familiares, escolares, laborales, etc. Aceptar que uno tiene problemas de este tipo no nos hace diferentes, ni extraños, mucho menos “locos”, únicamente nos ayuda a reconocernos como seres humanos.
“¿En que me puede ayudar un desconocido?” “¡Para eso tengo a mis amigos!” A nadie le resulta sencilla la idea de confiar en un extraño, mucho menos cuando se trata de hablar sobre cosas intimas y personales de nuestra propia vida. Pero, por otro lado, pensemos: ¿Cuántas cosas no solemos callarnos dependiendo de la persona con la que estamos hablando? ¿Realmente contamos todo a nuestros padres? ¿A nuestra pareja? ¿A nuestros amigos y conocidos? Usualmente podemos encontrar pequeñas pero muy significativas cosas que omitimos o evitamos hablar con diferentes personas y por diversos motivos. Todas estas cosas, sin que tengan un carácter de mentira o engaño, suelen implicar aspectos muy íntimos de nuestra propia persona, que quizá necesitamos entender en nosotros mismos antes de abrirlas con los que nos rodean. Es por esto que a veces necesitamos de un espacio diferente, en el que podamos expresar todo aquello que nos inquieta o atormenta, sin preocuparnos por los sentimientos, las ideas y los juicios, con que pueda reaccionar aquella persona a la que conocemos de tiempo atrás.
“¡Yo no tengo problemas!” “¡A mi nunca me va a pasar!” “¿Por qué tendría que cambiar algo?” Con que facilidad solemos decir, y escuchar, este tipo de frases al convivir con quienes nos rodean. Muchas veces reflejando los aspectos más orgullosos u obstinados de nuestra persona, o fingiendo un cambio de actitud pasajero, manteniéndonos inmóviles y esperando a que dicha situación se solucione de manera mágica y repentina. Quizá la tarea más difícil que uno enfrenta cuando surge la inquietud de cambiar, o simplemente cuestionar, algo en nuestra vida, sea reconocer que necesitamos la ayuda de otra persona, muchas veces un desconocido, para que sea él quien me muestre aquello que no alcanzo a observar de mis motivaciones, deseos, conflictos, etc., y que se suele manifestar en los problemas, usualmente repetitivos, que vamos acumulando a lo largo de nuestra historia personal.
“¡No se como hacerle, pero me voy a dar un tiempo de aquí a…!” “¡No te preocupes, ya se te pasará!” Pretender que los problemas se van a resolver solos, con el simple paso del tiempo, no es más que una ilusión que nos contamos a nosotros mismos, para no enfrentar lo que nos sucede, y a final de cuentas lo único que nos permite es seguir viviendo a medias.
“¡Esas cosas son muy caras!” “¡Mejor aprovecho el dinero para comprar…!” Excusarnos a nosotros mismos con la falta de dinero, el cual usualmente consideramos insuficiente, mientras que preferimos invertir en lujos y comodidades que muchas veces no podemos disfrutar, ya sea, por no tener con quien compartirlos, o simplemente por una sensación de insatisfacción y de vacío internos. Todo esto es otra forma de no pensar en la necesidad de una atención de este tipo, y sin darnos realmente a la tarea de averiguar si existe algún tipo de ayuda a nuestro alcance.
“¡Yo tengo todo bajo control!” “¡Puedo arreglarlo sin ningún problema!” Permitir que nuestros problemas emocionales sean cada vez mayores, esperando al momento en que la situación nos sobrepase, no solo genera que al final nuestros conflictos nos parezcan enormes y abrumadores, sino que también pone en riesgo nuestra salud física, puesto que, como muchos médicos lo constatan a diario, una gran cantidad de problemas de salud y de bajas de defensas, tienen su origen en cuestiones emocionales, estrés, corajes, preocupaciones, rencores, etc.
Si bien estos son solo algunos de los mitos y prejuicios más comunes, a los cuales nos encontramos rápidamente expuestos cuando empezamos a considerar la búsqueda de una ayuda de este tipo, es importante recalcar que existen muchas otras ideas erróneas con las que solemos escudarnos, pretendiendo que el origen de nuestros problemas está en los demás, en la vida o en el destino, pero siempre manteniendo lejana la posibilidad de voltear a mirarnos a nosotros mismos.
El psicólogo o psicoterapeuta es igualmente otro ser humano, cuyos conocimientos y habilidades le permiten comprender la mente de las personas, entendiendo el origen de sus problemas, y utilizando dichos conocimientos y habilidades, para poder acompañarlas en el camino hacia la solución de sus conflictos.
A diferencia de los mitos y prejuicios mencionados, es cierto que cambiar no es fácil, pues, entre otras cosas, implica paciencia, valor, y un deseo genuino de ayuda, pero quizá sea todo este esfuerzo lo que al final hace valiosa la lucha por conocernos mejor a nosotros mismos.
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